Ese día, pudiera ser éste
La fila
para la prueba parecía corta, seis personas a lo mucho. Pero no me pude
concentrar lo suficiente para leer, todo lo que pasaba a mi alrededor tenía
capturada mi atención. Primero, fue tratar de descifrar la lógica de la fila.
Pensé que era la lógica normal, te formas y la fila avanza a cierta velocidad,
lentamente, pero avanza. Pero esta fila no era así, no avanzaba. Por
cierto, estábamos parados sobre la rampa de acceso para silla de ruedas y pensé
que la inclinación era bestial. Bueno ya en la fila, las personas iban a un
escritorio localizado en la puerta de la clínica, algo les preguntaban, les
median temperatura, la oxigenación y las devolvían a la fila. Por lo tanto, la
fila no avanzaba, así que, la sensación era extraña pues conforme se acercaban
a mí parecía que iba a sentir alivio, pero me preguntaron ¿Recurrente o primera
vez? Dije que era primera vez, entonces me brincaron sin ninguna explicación.
Para cuando quise preguntar cómo era la cosa, el enfermero ya se había ido. Así
que traté de abordarlo la siguiente vez que pasara, pero tardo 30 min más en ir
por otro paciente. En esos 30 min vi como la persona que estaba a dos lugares
adelante de mí palidecía y buscaba en dónde sentarse o recargarse, tosía,
temblaba, se subió la gorra de la sudadera y se puso guantes. La verdad no
hacía tanto frío, aunque si estábamos en el chiflón de la entrada. No supe qué
hacer, estaba claro que se sentía fatal. La persona delante de mí le preguntó ¿Te
sientes mal? ¿Ya te atendieron? ¿Te traigo algo? No escuché qué respondió,
porque habló muy quedito y se veía que le costaba trabajo hablar. Así que la
señora delante de mí fue por el enfermero y le alegó algo, pero no repercutió
en alguna acción. Cuando el enfermero pasó cerca de mi lo abordé y le pregunté
cómo era la dinámica de la fila, me explicó que a los que eran recurrentes él
les media temperatura y oxigenación, les pedía su número de expediente y los
volvía a formar y los de primera vez tenían que esperar. Cuando entráramos nos
harían más preguntas para evaluar si éramos candidatos a la prueba. Le pregunté
por qué no avanzaba la fila y me dijo que adentro había un serpentín de sillas
y que hasta que no avanzara la fila no podía meter a más gente. Así que seguí
observando, no podía dejar de observar y de escuchar. Cuando llegó el turno de
la chica que se sentía muy mal, le dijo todos sus síntomas al enfermero y le
llamó la atención por no acudir a la clínica al inicio de sus síntomas, que no
debió esperar tanto. Ella dijo que estaba sola y que había esperado a que su
hermano llegara para que la trajera. Finalmente entramos y ahí ya nos tocó
silla. La señora que estaba delante mío, llegó con un chocolate caliente y una
botella de agua que le dio a la chica que ya temblaba de escalofríos. A esa
señora la revisaron y la mandaron a su casa porque ya era una alta. Así que
quedé junto a la chica de los escalofríos. Trató de tomar agua, pero la botella
se le cayó de las manos y rodó por el piso de la clínica. Recogió la botella y
trató de abrirla para tomar agua. Le ofrecí gel desinfectante para su botella
antes de que tomara de ella. Me lo aceptó diciendo que ella no traía gel. Llegó
el momento de mi entrevista, tenía 4 síntomas de la lista así que me quedé a la
prueba. En la última sala de espera ya no había un serpentín de sillas, todas
las sillas estaban pegadas a la pared, así que todos veíamos cuando alguien
pasaba a revisión, la última tanda de preguntas, peso, estatura y de nuevo
temperatura y oxigenación. También escuchábamos las respuestas a las preguntas
que les hacían a los pacientes. A la chica de adelante, después de medirle la
temperatura y la oxigenación le dijeron que se tenía que quedar internada y ya
no le hicieron la prueba en esa sala. Sentí que los cuadros del piso se
curveaban, ya no podía ver las líneas rectas. Y me pregunté si uno presiente o
sabe cuándo es ese último día de la vida o si simplemente llega y te toma por
sorpresa. Sentí que tenía muchas cosas por hacer y que la fila en la que estaba
formada no era mi fila y deseé que todos saliéramos bien de ésta. Seguro que
todos tenemos cosas que queremos hacer. Sentí desesperación y sentí que ya no
me sentía tan mal como cuando decidí venir a formarme. Ya eran las 9 pm cuando
me dieron mi resultado negativo, aunque me confirmaron que tenía alguna
infección viral pero no era COVID, me dieron receta para medicamento y fui a la
fila de la farmacia para surtirla. Y ya con más calma reflexioné que ese día,
el último día de la vida, podría ser cualquier día, a cualquier edad y bajo
cualquier circunstancia. No precisa una pandemia ni una larga enfermedad ni
haber vivido una larga vida.
Ese día
simplemente llega y deseé profundamente que cuando llegue, uno pueda estar
suficientemente en paz. Y mientras llega, que podamos tener suficiente energía
para seguir tomando bocanadas de aire para vivir, unos días súper felices y
otros no tanto, pero como sea, continuar.
Con mucho
respeto y cariño para los que se adelantaron en el camino y ahora son ángeles
de tiempo completo.
Así es amorcito, sigamos disfrutándonos 😘🙏❤️🌹
ResponderBorrarUna reflexión bastante poética y realista . A VIVIR.
ResponderBorrarNo soy Unknow, soy tu papá.
ResponderBorrarGracias por sus comentarios!!!
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