Ese día, pudiera ser éste


Ante la sospecha de que mis síntomas fueran de COVID, con poco ánimo fui a hacerme la prueba de antígenos a mi clínica de medicina familiar. Así que me puse mi cubrebocas, mi careta, rellené mi bote de gel y tomé mi libro por si la fila era muy larga. Y, como siempre, uno no se da cuenta de la verdadera situación hasta que estás metido en el meollo del asunto. Es difícil percibir la necesidad del otro cuando estás en tu casa y tienes la fortuna de continuar con tu trabajo, aunque sea en línea.

La fila para la prueba parecía corta, seis personas a lo mucho. Pero no me pude concentrar lo suficiente para leer, todo lo que pasaba a mi alrededor tenía capturada mi atención. Primero, fue tratar de descifrar la lógica de la fila. Pensé que era la lógica normal, te formas y la fila avanza a cierta velocidad, lentamente, pero avanza. Pero esta fila no era así, no avanzaba.  Por cierto, estábamos parados sobre la rampa de acceso para silla de ruedas y pensé que la inclinación era bestial. Bueno ya en la fila, las personas iban a un escritorio localizado en la puerta de la clínica, algo les preguntaban, les median temperatura, la oxigenación y las devolvían a la fila. Por lo tanto, la fila no avanzaba, así que, la sensación era extraña pues conforme se acercaban a mí parecía que iba a sentir alivio, pero me preguntaron ¿Recurrente o primera vez? Dije que era primera vez, entonces me brincaron sin ninguna explicación. Para cuando quise preguntar cómo era la cosa, el enfermero ya se había ido. Así que traté de abordarlo la siguiente vez que pasara, pero tardo 30 min más en ir por otro paciente. En esos 30 min vi como la persona que estaba a dos lugares adelante de mí palidecía y buscaba en dónde sentarse o recargarse, tosía, temblaba, se subió la gorra de la sudadera y se puso guantes. La verdad no hacía tanto frío, aunque si estábamos en el chiflón de la entrada. No supe qué hacer, estaba claro que se sentía fatal. La persona delante de mí le preguntó ¿Te sientes mal? ¿Ya te atendieron? ¿Te traigo algo? No escuché qué respondió, porque habló muy quedito y se veía que le costaba trabajo hablar. Así que la señora delante de mí fue por el enfermero y le alegó algo, pero no repercutió en alguna acción. Cuando el enfermero pasó cerca de mi lo abordé y le pregunté cómo era la dinámica de la fila, me explicó que a los que eran recurrentes él les media temperatura y oxigenación, les pedía su número de expediente y los volvía a formar y los de primera vez tenían que esperar. Cuando entráramos nos harían más preguntas para evaluar si éramos candidatos a la prueba. Le pregunté por qué no avanzaba la fila y me dijo que adentro había un serpentín de sillas y que hasta que no avanzara la fila no podía meter a más gente. Así que seguí observando, no podía dejar de observar y de escuchar. Cuando llegó el turno de la chica que se sentía muy mal, le dijo todos sus síntomas al enfermero y le llamó la atención por no acudir a la clínica al inicio de sus síntomas, que no debió esperar tanto. Ella dijo que estaba sola y que había esperado a que su hermano llegara para que la trajera. Finalmente entramos y ahí ya nos tocó silla. La señora que estaba delante mío, llegó con un chocolate caliente y una botella de agua que le dio a la chica que ya temblaba de escalofríos. A esa señora la revisaron y la mandaron a su casa porque ya era una alta. Así que quedé junto a la chica de los escalofríos. Trató de tomar agua, pero la botella se le cayó de las manos y rodó por el piso de la clínica. Recogió la botella y trató de abrirla para tomar agua. Le ofrecí gel desinfectante para su botella antes de que tomara de ella. Me lo aceptó diciendo que ella no traía gel. Llegó el momento de mi entrevista, tenía 4 síntomas de la lista así que me quedé a la prueba. En la última sala de espera ya no había un serpentín de sillas, todas las sillas estaban pegadas a la pared, así que todos veíamos cuando alguien pasaba a revisión, la última tanda de preguntas, peso, estatura y de nuevo temperatura y oxigenación. También escuchábamos las respuestas a las preguntas que les hacían a los pacientes. A la chica de adelante, después de medirle la temperatura y la oxigenación le dijeron que se tenía que quedar internada y ya no le hicieron la prueba en esa sala. Sentí que los cuadros del piso se curveaban, ya no podía ver las líneas rectas. Y me pregunté si uno presiente o sabe cuándo es ese último día de la vida o si simplemente llega y te toma por sorpresa. Sentí que tenía muchas cosas por hacer y que la fila en la que estaba formada no era mi fila y deseé que todos saliéramos bien de ésta. Seguro que todos tenemos cosas que queremos hacer. Sentí desesperación y sentí que ya no me sentía tan mal como cuando decidí venir a formarme. Ya eran las 9 pm cuando me dieron mi resultado negativo, aunque me confirmaron que tenía alguna infección viral pero no era COVID, me dieron receta para medicamento y fui a la fila de la farmacia para surtirla. Y ya con más calma reflexioné que ese día, el último día de la vida, podría ser cualquier día, a cualquier edad y bajo cualquier circunstancia. No precisa una pandemia ni una larga enfermedad ni haber vivido una larga vida.

Ese día simplemente llega y deseé profundamente que cuando llegue, uno pueda estar suficientemente en paz. Y mientras llega, que podamos tener suficiente energía para seguir tomando bocanadas de aire para vivir, unos días súper felices y otros no tanto, pero como sea, continuar.

 

 

Con mucho respeto y cariño para los que se adelantaron en el camino y ahora son ángeles de tiempo completo.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Sans Gluten SVP

Oublie que tu est une poète

XX años de Aniversario